Ahora que estoy comenzado el segundo año en mi preparación como maestra, me doy cuenta que el ser docente además de guiar con sabiduría a nuestros alumnos, es formarlos integralmente. Pero esta sencilla frase me lleva a bastantes interrogantes; ¿cómo lo lograré?, ¿qué retos se me presentarán?, ¿lograré dejar huella en mis alumnos?, y bueno la verdad es que no siempre se sabe, sino hasta que me presente como maestra frente a un grupo de alumnos. No obstante, existe un compromiso desde el primer momento en que se decide dedicarse a ser maestro, y este se trata de dar lo mejor de si, sin importar la dificultad de la situación.
En muchas ocasiones he escuchado a profesores de secundaria que se quejan continuamente sobre su trabajo; los adolescentes no entienden, son una carga, no quieren estudiar, me hacen la vida imposible. Pero, yo pienso que cuando no se esta realmente enamorado de la profesión, cuando no se tiene pasión por el trabajo y se le ve como un suplicio, entonces será común escuchar las mismas frases amargas y carentes de sentido, una y otra vez.
Por otro lado, existen maestros que aman su trabajo, que viven para formar a sus alumnos y que dan lo mejor de si, no importa las complicaciones que se les presenten y los obstáculos que tenga que saltar, sólo por ver al final a un alumno completo y realizado, y esto es lo que en gran medida me motiva.
Muchas personas dicen que los profesores de México, son flojos, incompetentes, carentes de profesionalidad y con un sentido de irresponsabilidad peor que ningún otro profesionista. Esta visión que la sociedad tiene sobre nosotros, para muchos puede ser desalentadora, pero para mi es una pequeña roca que quitaré de mi camino, esto será más bien un peldaño que me servirá de apoyo para demostrar que no todos los maestros cumplimos con ese condecorativo perfil.
Además de esto, el maestro atraviesa por muchas más situaciones; el sueldo que en ocasiones es escaso, el tiempo insuficiente para realmente dedicarse en alma completa con sus alumnos, esto porque se suele presentar la situación de tener varias horas en diferentes escuelas, para poder vivir de manera “desahogada”.
Y ni que decir de las envidias entre el mismo personal docente, los reproches y, por otro lado la poca disponibilidad de los padres de familia para prestar atención en sus hijos, en su educación.
Pero a pesar de los problemas que se me presenten y el cansancio que me quiera detener, tomaré a mi profesión como el latido que me haga querer seguir adelante y el impulso que me llene de gozo sólo para marcar la vida de mis estudiantes, y sobre todo siempre tener en mente que por nosotros los profesores, se puede construir un futuro diferente.