Tomar conciencia sobre nosotros mismos, configurarnos de tal manera en
la que podamos redescubrir nuestros estilos y aptitudes. Eso fue algo de lo que
estuvimos llevando a cabo en la clase de ayer. Cuando fue momento de
encontrarme a mí misma y meditar sobre todas aquellas características que me
hacen ser exitosa en las actividades que llevo a cabo, me di cuenta que fue
como toparme de frente con una enorme roca. –La escalaba o daba media vuelta-. Originalmente
los seres humanos estamos acostumbrados a que los demás nos ayuden a encontrar
nuestras aptitudes, que ha nuestro parecer permanecen ocultas.
Pero además de eso, es tomar conciencia y reflexionar sobre la vida que
estamos llevando a cabo. ¿Realmente existe un equilibro, una sinergia entre lo
que me gusta hacer y lo que puedo llevar a cabo? En mi caso, durante la
adolescencia fui capaz de darme cuenta de algo; mi estilo se inclinaba al arte,
todo lo que tuviera que ver con la música, la pintura y la literatura me hacía
vibrar, podía pasar las horas dedicándome a esas tareas. No obstante, aunque la
sensibilidad para entender el arte este vibrante sobre mi piel, me es difícil desempeñarme
con éxito en alguna de estas disciplinas.
Y como Robert Stemberg lo menciona en la lectura Principios de los estilos de pensamiento, si no se está en el lugar
adecuado llevando a la práctica las aptitudes adecuadas, será difícil destacar
en esa actividad y aún más difícil poder disfrutar de ella. ¿Esto solo me lleva
a una pregunta? cuantos son los profesores que en realidad pudieron encontrar
el equilibrio entre el gusto por su profesión y las aptitudes para realizarlo.
A mi parecer muy pocos de ellos, son felices con su estilo de vida.
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